Marta Aranda Roig es pianista, pedagoga y fundadora de Madrid Music Hall.
La música es su leitmotiv.
Su vida se escribe desde el piano, las notas le han ayudado a superar la enfermedad de Lyme. Todavía se le resiste la Sonata Appassionata de Beethoven, pero en seis meses desde el inicio de su tratamiento, es impactante su destreza con el piano. Paso a paso, con la superación y la alegría que le caracteriza, seguro que interpreta muy pronto esta sonata.
Desde la Asociación SOS Lyme te invitamos a conocer un relato de superación.
¿Cómo crees que pudiste contagiarte?
Desde pequeña fui parte de un grupo Scout donde hacíamos muchas salidas al exterior. Me han picado millones de garrapatas, era como si nos subieran hormigas. Nos las quitábamos de forma continua, en la ducha con aceite y unas pinzas. Estoy casi al 100% segura de que fue allí.
Es increíble cómo un bicho tan pequeño puede hacer tanto, no te lo imaginas. Cuando el doctor Mariano Bueno me contó todo lo que acarreaba una picadura, creía que era ciencia ficción.
¿Cuándo empezó a manifestarse el Lyme?
Al empezar el segundo de año de carrera empecé a tener mucho dolor en el brazo derecho, después se extendió a la espalda y, por último, al otro brazo. Empecé a ir a fisioterapeutas, creo que me he recorrido todos los de la Comunidad de Madrid. También acudía a médicos que me decían lo mismo, que era una tendinitis y que el dolor de espalda era por malas posturas al tocar el piano.
Fui teniendo síntomas, pero al acabar el máster en interpretación musical e investigación performativa en la Universidad Alfonso X el Sabio casi no podía tocar, de hecho, estuve tres meses sin poder tocar nada y fue súper desesperante porque pensaba que no podría llegar a terminar el máster. Acabé mis estudios y cuando empezó la pandemia parece que esto fue la excusa perfecta para dejar de tocar.
¿Cómo fue el proceso de saber que algo no está bien?
Al acabar el confinamiento me trató un fisioterapeuta especialista en músicos en Valladolid que alucinaba al ver que tenía problemas en la espalda, en los brazos, en los hombros… y que no mejoraba. Iba todas las semanas a tratarme. En verano hicimos un pequeño parón y al regresar de las vacaciones él mismo me dijo que debía tener algo más. Que no era posible que volviera a estar como al inicio del tratamiento. Tras ello encontré al doctor Mariano Bueno, me hizo todas las analíticas pertinentes y salió el positivo en Lyme. En ese momento fui consciente de que tenía muchos más síntomas de los que pensaba y que creía que procedían de otras cosas.
¿Qué síntomas has tenido a lo largo de este tiempo?
Aparte del dolor articular y muscular que fue lo principal, tenía mucho insomnio, un cansancio constante, agarrotamiento en todo el cuerpo, problemas intestinales, migrañas que habían aparecido hace años y de las que no sabía la causa. También tenía anginas prácticamente todos los meses para las que tenía que tomar continuamente antibióticos. Desde que empecé el tratamiento no he vuelto a tener.
¿Después de este periplo, cómo llega el diagnóstico de Lyme?
En nuestro caso es algo muy especial, porque el doctor Mariano Bueno es amigo y compañero de mi madre, estudiaron medicina y, por casualidades de la vida, mientras mi madre me esperaba en una consulta del fisioterapia de Valladolid recibe un WhatsApp de Mariano donde nos contaba su nuevo proyecto con el Lyme. Mi madre se quedó con esa información archivada y fuimos a Zaragoza, hicimos una primera entrevista y el doctor me dijo que lo que me sucedía podía estar relacionado con la sintomatología. Empezamos con las pruebas y di positivo en Lyme.
Tras saber qué enfermedad era ¿qué ha pasado en tu vida?
Mientras esperábamos las pruebas me quitó todos los alimentos que me podían causar inflamación y a los que tenía intolerancia. Yo creo que su forma de pensar fue «vamos a dejar tu cuerpo al 100% para que pueda luchar al máximo cuando empecemos con el antibiótico». Desde entonces y hasta ahora he estado con una dieta súper estricta sin gluten, sin azúcares, sin procesados, ni lactosa. Ya solo con eso noté mucha mejoría, puesto que me ayudó a rebajar la inflamación. A la par empecé con un montón de suplementos para mejorar aquellos indicadores en los que tenía índices bajos.
Estuvimos poniéndonos al 100% y empecé con los antibióticos en enero y la verdad que ha ido todo súper rápido. Contábamos con un plazo de medio año e incluso hasta dos. Todo el mundo me aconsejó que tuviera paciencia y fue hace dos semanas cuando fuimos a la clínica a la analítica de seguimiento cuando nos dimos la sorpresa de que estaba todo negativo, no nos lo esperábamos.
¿Qué ha supuesto para ti tocar, volver a recuperar la música?
Creo que la carrera de música es súper exigente, súper vocacional y con mucha rivalidad. Cuando estudiamos casi nos aislamos. Haber dado todo y tener que frenar mi actividad al 100% justo cuando terminaba los estudios me llevó a una depresión tremenda. Al principio pensé que todo el problema era mío: que no tenía buena técnica, que no había aprendido bien, que no era capaz de analizar dónde estaba mi problema a la hora de tocar… Esto me trajo muchas inseguridades. Cuando empecé el tratamiento de la enfermedad de Lyme y me fui encontrando mejor me daba pánico sentarme al piano. Tenía miedo de que volviera ese dolor, ese agarrotamiento muscular continuo. Pero ahora ya no está, ha desaparecido y ha sido súper emocionante el reencuentro con mi música.
¿Quién ha sido tu apoyo?
Mi madre y mi pareja sin duda, que han estado al pie del cañón. A mi madre le agradezco que no se haya rendido, he tenido mucha suerte de que ella también sea médico porque esto ha ayudado mucho en todo el proceso y en la búsqueda de mi enfermedad. La suya ha sido una lucha continua para sacarme adelante, de no ceder cuando yo le decía que ya no podía más y que no iba a volver a tocar como antes, nunca más. Mi pareja ha estado en todo el proceso, me ha apoyado en todo, hasta con el tema de la dieta que ha sido muy difícil.
¿Ante la gran cantidad de efectos de cientos de formas, qué le dirías a un afectado?
Es verdad que al principio desconfías, piensas que es otra historia, pero al final, en mi caso, hay que confiar en Mariano en todo lo que te dice. Es un médico distinto a los demás porque, desde un primer momento, te fija en un estilo de vida saludable del que todos los médicos parece que se olvidan antes de ponerse a tratar cualquier enfermedad. En un primer momento, piensas en tratar ya la enfermedad y dejarte de otros problemas, pero hay que confiar, porque todo lo que él me propuso ha funcionado muy bien.
Hay que ser constante con el tratamiento y con las pautas, por ello quiero enviar mucho ánimo, no es nada fácil. Asimismo, si alguien quiere ponerse en contacto conmigo, en todo lo que pueda ayudar estaré encantada de hacerlo, aunque solamente sea escuchando y contando mi historia.
Esta ofrenda de ayuda y la sonrisa que acompaña a Marta se une al cariz de la pedagogía que realiza y a los retos que le quedan por vivir. ¿Cuáles son tus siguientes pasos?
He tenido mucha suerte de dedicarme a esto, el acercamiento de la música desde las clases me apasiona y tengo unos alumnos geniales, desde niños a adultos y me encantan los dos perfiles. Lo disfruto muchísimo.
¿Hay alguna pieza musical que todavía se te resiste?
Aunque todavía no la he probado, diría que todavía es pronto para tocar la Appassionata de Beethoven. Esto es como la vuelta de la rutina de un deportista, hay que empezar poco a poco para llegar a hacer una maratón. He empezado con piezas que ya había tocado, pero tengo pendiente retomar aquellas que físicamente no me fue posible. Llegará el momento.
Ojalá oigamos la Sonata Appassionata de Beethoven muy pronto.