Los niños son más vulnerables a la enfermedad de Lyme: tienen más posibilidades de ser mordidos por una garrapata y los síntomas, en pleno crecimiento, pueden derivar en enfermedades crónicas.
La enfermedad de Lyme se descubrió porque un gran número de niños de la ciudad de Lyme, en el estado de Connecticut (EEUU) presentaba artritis reumatoide. El volumen inusual de diagnósticos alertó a las autoridades sanitarias y se descubrió que los síntomas estaban relacionados con la picadura de las garrapatas que portaban los ciervos y otros animales de la zona. Desde entonces la historia de la enfermedad de Lyme ha crecido mucho hasta la actualidad.
La bacteria que transmiten las garrapatas y que da origen a la enfermedad de Lyme es la borrelia burdogferi, una espiroqueta muy agresiva que ataca todo el organismo. Podemos pensar que los niños son más vulnerables a las picaduras y a la sintomatología de la enfermedad.
Los juegos en el suelo y la mayor proximidad a las plantas por su estatura, incrementa las probabilidades de que una garrapata salte a la piel de un niño y se adhiera a su piel. Por eso es tan importante revisar el cuerpo del niño al volver a casa, en el momento de la ducha, por ejemplo. Hay que tener en cuenta que una garrapata puede ser tan pequeña como una semilla de amapola y no debemos pasar por alto ningún punto oscuro que presente la piel.
En cuanto a los síntomas, si se detectan de manera temprana y se diagnostica el Lyme, remiten con el tratamiento y la mayoría de los niños se recuperan completamente. El problema, al igual que sucede con los adultos, es que se trate de forma tardía, cuando la bacteria ha atacado diferentes sistemas del organismo del niño. El Lyme afecta a la piel, al corazón, al sistema motor, a la salud instestinal y al sistema nervioso.
El Lyme crónico, como se llama a la fase de la enfermedad que se presenta de manera tardía y con un deterioro del organismo que no se había detectado o diagnosticado previamente, conlleva síntomas de fatiga, dolor en las articulaciones o dificultades para dormir o concentrarse. Además de los efectos de la propia enfermedad en el organismo, estos síntomas dificultan el día a día del niño que se siente mal y está irritable sin que nadie entienda cuál es la causa de su malestar.
Si las personas adultas tienen una vida muy difícil antes y después del diagnóstico de Lyme ¿cómo va a vivirlo un niño que no puede explicar lo que le sucede? ¿Cómo nos aseguramos de que le damos la ayuda que necesita? Los síntomas de Lyme no son específicos y cambian de paciente a paciente pero las preocupaciones de las familias van más allá.
Cuando un niño deja de jugar, no rinde en el colegio o tiene problemas de comportamiento nos está dando señales de que algo no va bien, hay un sufrimiento detrás. Lo que no imaginamos, y pocos especialistas nos lo pueden confirmar, es que detrás puede haber una enfermedad tan agresiva como el Lyme.
¿Qué tienes que recordar para mantener a tu hijo o hija alejado de las garrapatas?
- La prevención del lyme es importante. En la medida de lo posible, si va a jugar o a la montaña con pantalón largo metido en el pantalón o las botas y con camiseta clara, será más fácil identificar a una garrapata que ha saltado a su cuerpo.
- Ten especial cuidado si vives en zonas boscosas o con mascotas que corren por las zonas verdes.
- Si tu hijo se siente mal y vais al médico, recuerda si ha podido estar expuesto a las picaduras de garrapata. Esa información es muy valiosa ya que el síntoma característico del Lyme, la mancha roja en forma de diana, no siempre aparece.